EFE. La singular historia de «La Peregrina», la gema descubierta en el siglo XVI en el archipiélago de las Perlas que hoy constituye una de las joyas turísticas de Panamá, es tan singular como el recorrido por unas islas paradisiacas.
En el centro vital de este archipiélago, Contadora, se fraguó a finales del pasado siglo el proceso de pacificación de Centroamérica, azotada en aquellos años por las guerras civiles.
La Peregrina, llamada así por su forma de gota de agua, aunque mereciera después el apelativo por su periplo, fue robada del tesoro de la Corona por José Bonaparte, el «Pepe Botella» hermano de Napoleón, que vio truncado su reinado en España por la Guerra de la Independencia, iniciando así un viaje que lo condujo hasta la garganta de Liz Taylor, engarzada en un collar de diamantes.
La riqueza perlífera del archipiélago, agotada superada ya la primera mitad del siglo XX, ha dado paso a otra forma de fortuna, la generada por la cada vez mayor proyección turística de un archipiélago situado a solo hora y media de ferry de la ciudad de Panamá.
El escenario de los acuerdos de Contadora, el hotel que llevaba el nombre de la isla, está ahora en ruinas, como el barco que alojaba a sus huéspedes, encallado en «playa larga».
Pero ha sido sustituido por algo más de una veintena de pequeños establecimientos hoteleros como «Perla Real Inn» -donde María José ofrece una hospitalidad hogareña- «Mar y Oro», «Casa del Sol» y «The Point», entre otros.